El fin de año en Oventic, encuentro de Ayotzinapa y Zapatistas
Poco a poco el hielo se derrite y la gente se deja ir a la música en la cancha de baloncesto del Caracol de Oventic, sede del gobierno autónomo zapatista. Jóvenes indígenas con el rostro cubierto por pasamontañas invitan a bailar a las chicas procedentes de lugares diferentes de México y del mundo.
Es la noche de fin de año y millares de bases de apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y de sus simpatizantes se encuentran para esperar el principio del 2015, festejar el 21° aniversario de la insurrección zapatista y celebrar una de las etapas del Festival Mundial de las Resistencias y las Rebeldías contra el capitalismo. Un evento itinerante que empezó el 21 de diciembre en el pueblo de San Francisco Xochicuautla y acabó en Chiapas el 3 de enero, pensado por el EZLN y el Congreso a Nacional Indígena (CNI) para propiciar el encuentro entre los movimientos sociales.
Un “festival de la escucha”, donde personas y colectivos que se reconocen en los principios anticapitalistas de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona del EZLN contaron su experiencia política. La idea es encontrarse y explicarse, aprender uno del otro sin la pretensión de tomar decisiones y establecer fechas.
“Tal vez alguien se irá triste porque mañana no se hará la revolución”, dijo un representante del CNI durante la clausura del festival en el Centro Indígena de Capacitación Integral (CIDECI) de San Cristóbal de Las Casas, entre las risas de los presentes.
Más allá de la plenaria, en fila delante del comedor comunitario o en las noches antes de acostarse en su tienda de campaña, las personas participantes tejen relaciones, intercambian contactos, imaginan líneas de acción comunes.
“En Europa y Estados Unidos después de 1989 se dejó de pensar en que pueda existir una alternativa al capitalismo. Lo vivimos como si fuera nuestra identidad, mientras aquí en México se vive como un elemento externo que llega en un territorio para destruir las relaciones que se desarrollan en ello, y reordenarlas a su placer”, observa Diego Ferraris, activista italiano, integrante de la caravana que ha acompañado al festival atravesando lugares simbólicos de la actual resistencia indígena mexicana, recorriendo medio México hasta llegar a Chiapas.
En San Francisco Xochicuautla, Estado de México, una empresa quiere imponer la construcción de una autopista a pesar de que un tribunal haya amparado a la c obra, y los que se oponen al proyecto son detenidos arbitrariamente. En una situación parecida se encuentran los habitantes de Amilcingo, Morelos, otra sede del festival, donde el conflicto gira alrededor de la construcción de un gasoducto. La caravana también pasó por Monclova, que hace parte de una red de comunidades en lucha contra la privatización de la energía eléctrica, y finalmente concluyó en territorio zapatista.
“El gobierno dice que los megaproyectos benefician a las comunidades indígenas, pero sabemos que no es cierto. Por esto resistimos a la imposición de estas obras en nuestros territorios, y a las reformas estructurales neoliberales que está promoviendo el gobierno”, afirma Sebastián Pérez de la Sociedad Civil Las Abejas de Acteal, organización chiapaneca que en 1997 fue víctima de un ataque paramilitar que dejó 45 personas muertas.
Poco antes de la medianoche del 31 de diciembre, la música se apagó en el Caracol zapatista de Oventic. Los bailadores se dispusieron a lo largo del perímetro de la cancha de baloncesto y en el escenario subieron los familiares de los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, enseñando las fotos de sus hijos.
Ya algunos habían viajado a Oventic el 15 de noviembre, cuando se acercaron a los representantes del ELZN y descubrieron que comparten el mismo dolor. Aquel día nació la idea de impulsar la formación de un movimiento, a nivel nacional, para acabar con los mecanismos que legitiman la impunidad que cubre la violencia de estado.
El 31 de diciembre, desde el escenario de Oventic, el subcomandante Moisés del EZLN habló a los familiares de los estudiantes, prometiendo acompañarlos en su batalla.
“Los familiares de Ayotzinapa nos han alimentado nuestra fuerza de rebeldía y resistencia, nos han abierto más nuestros ojos y nos han hecho crecer nuestra digna rabia… Ellos están señalando un camino y nos están diciendo que no les importa dar la vida si es necesario por sus desaparecidos. Y nos muestran también eso de que hay que organizarnos todos los que tienen desaparecidos y también los que no tienen por ahora desaparecidos, pero los van a tener si no nos organizamos, porque ahí siguen los narcogobiernos”, afirmó Moisés, y abrazó uno a uno los padres de los chicos que se encontraban en el escenario.
En este momento la cercanía con las familias de los estudiantes de Ayotzinapa parece ser una de las prioridades de la organización indígena, que ya organizó dos manifestaciones de solidaridad con ellos y dejó a los familiares de los estudiantes su lugar en la caravana que acompañó al festival.
La de Oventic fue la única aparición del EZLN durante el Festival Mundial de las Resistencias y las Rebeldías. Los zapatistas son los referentes de las resistencias que se encontraron en México, sin embargo con su presencia discreta parecer reafirmar lo que repiten desde 2005: no somos una vanguardia, todos aprendemos de todos, cada uno lucha a su modo según su calendario y su geografía.
Artículo publicado por el Programa de Las Américas el 7.01.2015