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Espeleólogo observa un pilote en la cueva Oppenheimer

“Estaba llena de cemento”: ambientalistas documentan las afectaciones en cuevas y cenotes en Tramo 5 del Tren Maya

Orsetta Bellani, Animal Político

En los estantes de su sala, el biólogo Roberto Rojo tiene el hueso de una mandíbula de tiburón y unos frascos con murciélagos y serpientes en formol. Los utiliza como material didáctico para concientizar a la población sobre la fauna del mar y de las cavernas de la Península de Yucatán. En el cuarto de al lado guarda todo tipo de equipo de espeleólogo y un folder con los mapas de las cavernas que dibujó con sus compañeros del colectivo Cenotes Urbanos que denuncia las afectaciones por el Tren Maya.

“Las autoridades locales conocían sólo 17 de las más de 300 cuevas que existen en Playa del Carmen y en el área a urbanizar alrededor de la ciudad”, dice al mostrar los planos que representan la contribución de Cenotes Urbanos, colectivo que reúne unas 600 personas, al proceso de mapeo del sistema de cavernas subacuáticas. El mapeo fue realizado a partir de los años ochenta por espeleólogos y buzos, y llevó al conocimiento de una red de más de 1,800 kilómetros de galerías que conforman el acuífero de la Península de Yucatán. Se trata de la única fuente de agua para los animales y pobladores de la región, y se muestra a todo el mundo cuando el suelo -es decir, el techo de una cueva- colapsa formando un cenote.

Roberto Rojo y sus compañeros recorrían habitualmente las cuevas subacuáticas que soportan la península cuando, un día de marzo de 2022, donde antes había selva encontraron excavadoras y concreto. Desde entonces se dedican a denunciar las afectaciones que el megaproyecto del Tren Maya está causando al acuífero yucateco, a través de las redes sociales y acompañando periodistas a conocerlas.

Un hoyo en el suelo de la cueva Oppenheimer, hecho con un taladro para poner un pilote. Foto: Orsetta Bellani

Las cuevas huelen a aceite

Roberto Rojo se adentra en la cueva Oppenheimer, entre Playa del Carmen y Tulum, una de las 122 cavernas impactadas por el Tren Maya sólo en el Tramo 5 Sur.

Camina con los pies sumergidos en el agua prístina de la cueva y en algunos puntos tiene que nadar. Cuida las estalagmitas y estalactitas, tan frágiles que se pueden romper con sólo tocarlas.

De repente huele a aceite y el ruido de las máquinas que construyen el viaducto del Tren Maya arriba de él se vuelve ensordecedor, a pesar de que en enero un tribunal de Yucatán dictó la suspensión de las obras de este tramo hasta que no se presenten los estudios correspondientes. A lado de las estalagmitas aparecen los pilotes, que atraviesan la bóveda de la cueva como si fueran pinchos. Para hacerle espacio, un taladro gigante ha raspado el techo y el suelo de la cueva creando hoyos perfectamente redondos por donde se introduce la camisa de hierro del pilote.

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De acuerdo con Roberto Rojo, la luz que se filtra por estos hoyos modifica el hábitat de organismos que están acostumbrados a vivir en la oscuridad. Además, al perforar, el taladro polvoriza la roca caliza y produce una gran cantidad de partículas que recubren el suelo de la cueva y vuelven turbia el agua. La Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) del Tramo 5 Sur no contempla esta eventualidad, ni considera el impacto ecológico de la presencia de los pilotes o de los derrames de cemento, así que no existen estudios que investiguen sus implicaciones para el medio ambiente.

“Las columnas van forradas para que no se contamine el agua con cemento, con concreto, llevan una funda especial. Se hacen estudios para que no se afecten las zonas bajas, ríos, cenotes. Y donde puede haber algún riesgo se corrige”, dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador el 29 de febrero de 2024, durante la inauguración del Tramo 5 Norte. “No podemos, no debemos destruir el territorio”.

Sin embargo, cuando Roberto Rojo pasa su mano por la superficie de la camisa oxidada del pilote, se le embarra de aceite.

El aceite que recubre los pilotes del Tren Maya. Foto: Orsetta Bellani

El aceite flota también en el agua alrededor de la columna, junto con unas manchitas anaranjadas que se desprenden de su hierro oxidado.

“Calculamos que hay alrededor de 15 mil pilotes como este sólo en el Tramo 5 Sur y puede ser que cada uno de ellos esté generando este mismo daño ambiental”, dice Roberto Rojo.

Lo que más le preocupa es que las afectaciones no quedarán aquí, pues las cuevas de la Península de Yucatán están interconectadas: esta agua se esparcirá por todo el acuífero yucateco, contaminando también el agua potable y el mar, la red de canales drena en el Mar Caribe.

Cemento derramado en cuevas debajo del Tren Maya

Cuando vio un pilote desgarrado debajo del agua a través de su mascara de buceo, Pepe Urbina pensó que se parecía a un monstruo gigante con su caja torácica abierta y las costillas a la vista. Sabía que la columna había sido implantada pocas semanas antes, y se sorprendió muchísimo al encontrarla “abierta”.

“No entendía como había podido suceder algo así: adentro del pilote desgarrado había grava y todo el concreto se había derramado. Luego intuí que las partículas grises que en los días anteriores había visto en el agua, y que llegaron a ser tan densas que me impidieron realizar el buceo, eran cemento”, dice Pepe Urbina.

“Estábamos buceando a unos cien metros de los pilotes y todavía había polvo gris depositado en el fondo, en un estado como gelatinoso. Lo moví un poco y se elevó en el agua formando un muro, literalmente no se veía nada. Luego hundí mi brazo para buscar el suelo natural de la cueva y no lograba alcanzarlo, cuando saqué el brazo, estaba lleno de cemento. No sabemos cuánto ha sido derramado, pero podemos imaginar que lo mismo se está produciendo en otros lugares que no podemos alcanzar”.

Cerca de la cueva donde Pepe Urbina y sus compañeros hallaron los pilotes desgarrados, se puede documentar otros derrames de concreto. En la cueva Dos Balas una parte del suelo está cubierta por una capa gris de un par de centímetros, donde quedaron huellas de animales como mapaches y zarigüeyas que bajan a la caverna en búsqueda de agua. La encuentran contaminada, pues en ella flota algo que se parece a “espuma de concreto”.

Derrame de concreto en la cueva Dos Balas. Foto: Orsetta Bellani

Durante un recorrido en la cueva Hoppenheimer, Roberto Rojo explica cómo el cemento llega a derramarse por el acuífero. “Para construir los pilotes que sostienen el viaducto hacen un agujero con una broca gigante, después meten la camisa de metal, luego viene una armadura de varillas y entonces vierten el concreto que va a sellar la columna”, dice.

Muestra unos hoyos en la superficie de algunas camisas de metal y dice que de allí irremediablemente saldrá el concreto una vez que las rellenen. Explica que, en otros casos, el derrame se da porque vierten demasiado concreto en la camisa y éste acaba rebosando por arriba, como cuando el agua escurre de una olla al hervir; o por debajo, que es lo que ocurre cuando la camisa no adhiere perfectamente al suelo de la cueva, como en la cueva Dos Balas.

Los espeleólogos temen que el concreto salga por este hoyo una vez que se rellene el pilote, contaminando el acuífero. Foto: Orsetta Bellani

Roberto Rojo cuenta que en 2021 fue invitado por un amigo a compartir sus preocupaciones y datos sobre las cuevas en las oficinas cancunenses del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur), que entonces estaba a cargo de las obras.

“¿A qué vienes? ¿Qué es lo que quieres?”, le preguntó con tono arrogante el encargado local de la dependencia, Raúl Bermúdez Arreola.

“Que se conserven todas las cuevas y cenotes de Quintana Roo”, contestó el biólogo.

“Háganles sus pinches congresos a los científicos para que dejen de estar chingando”, dijo Bermúdez Arreola dirigiéndose a su equipo.

Unos meses después el funcionario, que por su actitud prepotente fue bautizado “Lord Fonatur” en las redes sociales, fue separado de su cargo por actos de corrupción y acabó huyendo a Centroamérica tras haber golpeado a su pareja.

Artículo publicado en Animal Político el 4 de abril de 2024.

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