Jóvenes indígenas defensores de derechos humanos, una piedra en el zapato del gobierno mexicano
Erika Vásquez Valladares estaba descansando en su cuarto cuando por un radio escuchó que una camioneta de su organización, el Comité por la Defensa de los Derechos Indígenas(CODEDI), había sido atacada por un grupo armado. Empezó a dar vueltas en su cama, pues un presentimiento no la dejaba dormir.
Era la noche del 12 de febrero. Alguien tocó la concha para convocar una reunión y, como las demás personas que se encontraban en el Centro de Capacitación CODEDI, Erika acudió al llamado. Allí les informaron que el coordinador general de la organización, Abraham Ramírez Vásquez, había sobrevivido al ataque junto con Emma Martínez, mientras que habían fallecido Alejandro Antonio Díaz Cruz (41 años), Ignacio Basilio Ventura Martínez (17 años) y el cuñado de Erika, Luis Ángel Martínez (18 años).
“Luis Ángel seguía los talleres de mecánica y balconería. Fue aquí que encontró a mi hermana, fueron novios durante un año antes de casarse”, recuerda Erika. “Ahora ella está muy mal y aún no cree que su marido está muerto. ‘Luis Ángel al rato va a regresar, tengo que esperar’, me dice”.
En este centro autónomo de capacitación para jóvenes indígenas –construido por CODEDI tras recuperar una parte de la ex Finca Alemania, en el Municipio oaxaqueño de Santa María Huatulco– todo el mundo habla en presente cuando recuerda sus tres compañeros asesinados.
“Ignacio no se murió, está aquí con nosotros”, asegura un muchacho que llamaremos Felipe, y que trabajaba con Ignacio en el naranjal. Felipe está dolido: inspira hondo cuando habla de su amigo y, al espirar con la boca, emite un ruido fuerte. Los ojos se le enrojan al recordar que Nacho –al que le decían “el señorón” porque, a pesar de ser joven, era muy trabajador– apoyaba económicamente a su hermanito para que pudiera seguir con sus estudios.
“Nada más quiero saber quién los mató, y sacarme todo este coraje que tengo adentro”, afirma Erika Vásquez Valladares. Pocos días antes de ser asesinado, su cuñado Luis Ángel acarició su panza de 8 meses: “Ojalá que marzo llegue pronto –le dijo– tengo ganas de conocer a tu bebé”.
Cuando empezaron a rafaguear su camioneta, Abraham Ramírez Vásquez abrió la puerta y se dejó rodar en el suelo. Se escondió en el monte unos minutos, escuchando los disparos, hasta que el carro de los sicarios se fue. Al regresar, descubrió que Emma Martínez había sobrevivido por haber estado escondida durante todo el tiempo de la balacera debajo de los asientos. Alejandro, Ignacio y Luis Ángel estaban sin vida.
El grupo iba de regreso de una reunión en la Secretaría General de Gobierno del Estado de Oaxaca, donde CODEDI había sido citado para hablar de un conflicto poselectoral que surgió en el Municipio de Santiago Xanica.
Después de pasar Miahuatlán, se les emparejó una camioneta Chevrolet verde olivo y empezó a disparar. “Ocuparon R15, unos rifles de alto poder y de uso exclusivo del ejército, esto nos hace pensar que es gente del gobierno. Además, uno de los sicarios llevaba un chaleco antibala del tipo utilizado por la Policía Ministerial”, afirma Abraham Ramírez. Un hombre sentado a su lado añade que son armas tan grandes que no se pueden ocultar, que si viajas por una carretera con ellas tienes que tener protecciones.
Abraham Ramírez enseña una minúscula herida arriba del ojo izquierdo y otra, casi imperceptible, en el vientre. Las únicas consecuencias de un ataque armado que pretendía acabar con su vida. “Salí con vida y con muchas ganas de salir adelante, haremos un trabajo organizativo aún más fuerte en defensa de nuestros pueblos y en defensa de la autonomía y el territorio”, afirma el militante zapoteco, quien estuvo preso durante seis años y tres meses por lo que considera razones políticas.
Del ataque CODEDI responsabiliza no sólo al gobierno, que hasta ahora no se ha pronunciado ni presentado algún avance de la investigación, sino también a los grupos que tienen intereses económicos en las regiones donde opera la organización: Valles Centrales, Sierra Sur, Costa e Istmo del Estado de Oaxaca. De acuerdo con los zapotecos, empresas y gobierno siempre caminaron de la mano.
“Por el trabajo organizativo que llevamos en la región y por construir nuestro centro de capacitación, tenemos muy claro que hemos tocado grandes intereses: mineras, hidroeléctricas y empresas turísticas que operan en Huatulco”, explica Abraham Ramírez. “CODEDI lucha también en contra de la construcción de una Zona Económica Especial (ZEE) en Oaxaca, y de los talamontes ligados al crimen organizado que han venido a saquear nuestros bosques”.
A Abraham Ramírez se le ve sereno. No da muestra de nerviosismo o de preocupación. Pero se pone serio y pensativo cuando habla de sus tres compañeros asesinados. “Alejandro Díaz Cruz es cofundador de CODEDI, que creamos en 1998. Le gustaba el teatro, era un compañero de mucho entusiasmo y, junto también con Ignacio Ventura y Luis Ángel Martínez, participó en las brigadas que formó CODEDI tras el sismo de septiembre. Un día Alejandro me dijo: contigo hasta la muerte, al precio que sea”, recuerda Abraham Ramírez, quien recibía amenazas desde hace mucho tiempo.
Fredy García manejaba nervioso en la carretera de terracería, llena de polvo y curvas, que lleva al Centro de Capacitación CODEDI. Era casi la medianoche del 12 de febrero y, poco antes, había recibido una llamada.
–Atacaron a los compas, hay tres muertos.
Fredy no sabía quiénes eran los muertos, ni cómo estaban las demás personas que viajaban en la camioneta. Estaba preocupado. Llegando a la ex Finca Alemania encontró a sus compañeros en alerta, que organizaban turnos de guardia.
Fredy García conformaba el grupo de integrantes de CODEDI que el 19 de abril de 2013 recuperó más de 300 hectáreas de tierra de la finca, tras un acuerdo con el dueño que la tenía improductiva desde hacía mucho tiempo.
“En principio nos instalamos donde está la capillita y armamos unas pequeñas láminas para construir nuestro campamento. Todo era matorrales, caminabas por un lado y veías monte, por el otro igual. Nadie en este momento pensaba que en tan poco tiempo se iba a instalar un proyecto tan grande”, afirma el joven.
Hoy en día, el Centro de Capacitación CODEDI contempla más de 18 talleres –desde panadería hasta corte y confección– y varios proyectos productivos como un criadero de cerdos y de pollos, donde gracias a tres incubadoras se crían unos 900 pollitos al mes, que se reparten entre las comunidades de la organización. Sus instalaciones han sido construidas a través del tequio de los integrantes de la organización, y con los ladrillos que allí mismo se producen.
En el Centro de Capacitación CODEDI existen también escuelas autónomas de cuatro grados de estudio, desde preescolar hasta bachillerato, y el gran sueño de la organización es fundar la Universidad de la Sierra Sur, donde puedan estudiar jóvenes de bajo recursos.
“Hace menos de 4 años, cuando se hizo la toma, CODEDI tenía presencia en menos de 10 comunidades, ahora estamos en 53. Justo en estas semanas nos estamos reuniendo con más comunidades que quieren entrar a la organización”, afirma Marisela García Echevarría. “Somos una piedra en el zapato del gobierno, por esto nos ataca”.
Un hombre hunde su cara en una concha de mar, de la que se desprende un sonido largo y grave. Los muchachos interrumpen su partido y la gente poco a poco se acerca a la cancha de basket del Centro de Capacitación CODEDI, donde Ignacio Ventura jugaba cada tarde con sus compañeros, hasta el día anterior a su asesinato.
Todos se sientan en el suelo, formando un circulo. Una niña hace marometas en su centro, otras corren de un lado al otro. Los jóvenes del Centro de Capacitación hablan uno a uno, buscando palabras para darse ánimo. Hoy reciben la visita de algunos militantes del Nodo Solidale, un grupo que hace parte de la plataforma internacionalista PIRATA, y que vino para solidalizarse con la organización.
Alguien cuenta que una comisión saldrá el día siguiente para Oaxaca de Juárez, donde se instalará un plantón en el zócalo para exigir justicia. Durante nueve días, CODEDI y los demás integrantes del Consejo de Organizaciones Oaxaqueñas Autónomas (COOA) velarán tres cruces que llevan los nombres de sus compañeros caídos.
“Esta noche aquí en el Centro vamos a seguir con los turnos de vigilancia para cuidarnos, pero no tengan miedo. Aquí no nos van a golpear porque estamos unidos, estamos organizados”, dice Fredy García.
“Por esto a los compañeros los atacaron cuando estaban lejos de acá. Nuestros enemigos -sentencia- saben que aquí no pueden”.