Viaje en territorio zapatista con Marichuy
Centenares de zapatistas corren. Con sus botas de lluvia, pisan el asfalto mojado que lleva al Caracol de Morelia, uno de los cinco “centros administrativos” zapatistas. Llevan pasamontañas y cargan sus bebés en unos foulards colorados. Se disponen frente a una manta amarrada a dos palos que dice: «Bienvenidos! Compañera María de Jesús Patricio Martínez y compañeros y compañeras del Concejo Indígena de Gobierno», formando dos largas vallas humanas en las orillas de la carretera.
Esperan. Está corriendo la voz de que ya está llegando María de Jesús Patricio Martínez, una indígena de etnia nahua que se desempeña como médica tradicional y herbolaria, y que ha sido elegida como candidata para las presidenciales de 2018 del Congreso Nacional Indígena (CNI), un espacio impulsado en 1996 por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), y que reúne a 39 pueblos originarios de México.
«No desesperen compañeros, ya la compañera está llegando», dice al perifoneo un encapuchado trepado a una redila, donde ha sido instalado un megáfono. En realidad, la caravana que está atravesando el territorio zapatista está lejos de llegar. Aún le faltan varias horas de caminos, en parte sin asfaltar, llenos de baches y badenes.
Las bases de apoyo del EZLN, en su mayoría mujeres, rompen las filas. Algunas se sientan en la orilla de la carretera, otras se acercan a la tienda comunitaria para comprar unas empanadas o un refresco. Mientras tanto, el perifoneo sigue informando: «Con el objetivo de hacerle frente al sistema capitalista neoliberal, por primera vez el pueblo originario de México estamos haciendo este acto político que nuestros abuelos y abuelas han esperado desde hace mucho tiempo».
Cae un aguacero, como siempre ocurre en las tardes de octubre. Los zapatistas y sus simpatizantes, internacionalistas o indígenas de esta región, se refugian debajo del techado de la tienda comunitaria, o debajo de un árbol. Algunos sacan sus paraguas, otros tienen solo unos plásticos para protegerse de la lluvia. Unos periodistas se encierran en los carros que parquearon a lado de la manta de bienvenida, otros quedan afuera parados, para no perder ni uno disparo de este momento histórico. Mientras tanto, una orquesta de encapuchados toca sus alientos y percusiones para dar ánimo a los presentes.
Pero cuando por fin llega María de Jesús Patricio Martínez, también llamada Marichuy, la emoción parece borrar el tedio de las horas pasadas en espera. La portavoz del Concejo Indígena de Gobierno (CIG), la entidad creada por el CNI para «poner de cabeza el país», sube a un camión ataviado como un carro alegórico.
Está acompañada por algunas mujeres encapuchadas, y atraviesa el corredor formado por las vallas humanas. Los zapatistas la saludan, graban el momento con sus smartphones, gritan consignas levantando sus puños al unísono. «¡Viva las mujeres luchadoras de México y del mundo! ¡Viva!»
Atrás del camión de Marichuy, marchan miles de zapatistas. Acompañan a la portavoz del CIG hasta el Caracol de Morelia, donde subirá al escenario junto con sus compañeras concejalas. Ningún hombre tomó la palabra durante la gira del CIG por los Caracoles zapatistas. Los altos mandos del EZLN, como los subcomandantes Moisés y Galeano (antes llamado Marcos), han dejado espacio a sus compañeras comandantas. En el Caracol de Morelia, es la comandanta Miriam quien toma la palabra a nombre del CCRI-Comandancia General del EZLN.
«Antes, cuando estaban los finqueros, los rancheros que decimos, nuestras abuelas fueron explotadas, discriminada, porque nunca lo tomaron en cuenta, que la mujer no sirve para nada, que la mujer no vale nada, que la mujer sólo sirve para tener hijos, para cuidar la casa», afirma la comandanta zapatista durante su intervención, donde relata los atropellos que desde la época de la conquista viven las mujeres indígenas por parte no sólo de los finqueros, sino también de sus maridos.
Mientras tanto, en la orilla de la explanada central del Caracol de Morelia, funciona el comedor comunitario. «En la cocina puros hombres y las mujeres en el escenario, ¿qué ha pasado?», «Eeehh, contesta el hombre sonriendo detrás de su pasamontaña, mientras prepara un sándwich con jamón y queso»
En mayo pasado, Felipa Cruz Zaragoza se encontraba en el auditorio repleto de gente cuando los concejales del CIG –una mujer y un hombre de cada pueblo indígena– tomaron protesta, y cuando anunciaron que Marichuy había sido elegida como su portavoz.
Felipa se emocionó mucho durante aquella asamblea del CNI, en el Centro Indígena de Capacitación Integral (CIDECI)-Unitierra de San Cristóbal de Las Casas (Chiapas). Allí acudieron 1400 delegados indígenas, algunos habían recorrido hasta 3 mil quilómetros para participar en el evento. Integrante de pueblos originales de todo México convivieron durante días, compartieron sus experiencias de luchas y sus números de teléfonos, tejieron alianzas e imaginaron acciones conjuntas.
Todo empezó en octubre de 2016, en aquel mismo centro de formación para jóvenes indígenas. Allí los zapatistas, tras un análisis de la “guerra al narcotráfico” que en 10 años causó más de 130 mil muertos y 33 mil desaparecidos, en su mayoría civiles, propusieron al CNI la constitución de un Concejo Indígena de Gobierno (CIG) para crear una plataforma finalizada a resistir a la guerra que “envuelve a todo el país, que está en contra de todos y todas”. También sugirieron que la portavoz del nuevo órgano fuera una mujer, siendo las indígenas el sector más oprimido de la sociedad mexicana, y que ésta se postulara como candidata en las elecciones presidenciales de 2018.
La participación en las elecciones de Marichuy está sin embargo condicionada a la capacitad de reunir 867 mil firmas antes del 8 de febrero, objetivo difícil de al- canzar pues a mediado de noviembre, a un mes del comienzo de la recolección de firmas, se habían juntado unas 42 mil.
«Marichuy es la persona mejor para este cargo», afirma Felipa Cruz Zaragoza. De acuerdo con la indígena de etnia mixteca –quien integra Organizaciones Indias para los Derechos Humanos en Oaxaca (OIDHO), un espacio que aglutina varias comunidades en resistencia del Estado de Oaxaca– la coherencia ética y la humildad de Marichuy le permitirán cumplir exitosamente con el mandato que le dio el CIG: ser su portavoz, no su lideresa.
Los promotores del CIG afirman que el enfoque de la iniciativa no está tanto en la participación en las elecciones, sino más bien en la formación del concejo, que debería de realizar una gira en todo el país para enlazar luchas y llamar al pueblo del campo y de la ciudad a organizarse para «tejer desde abajo una telaraña tan grande que sea capaz de perdurar los tiempos venideros», para «organizar dolores», y «hacer retemblar en sus centros la tierra».
La candidatura de su portavoz no es tanto finalizada a competir para la presidencia de la República, sino es más bien una estrategia mediática: «ratificamos que nuestra lucha no es por el poder, no lo buscamos; sino que llamaremos a los pueblos originarios y a la sociedad a organizarnos para detener esta destrucción, fortalecernos en nuestras resistencias y rebeldías».
Hace un año, cuando escuchó la propuesta de los zapatistas, Felipa Cruz Zaragoza se quedó muy perpleja: desde 27 años OIDHO lucha en la calle y nunca consideró como viable la opción electorera. La mujer sabe que el EZLN rompió con el sistema partidista hace muchos años y que no se está planteando la creación de un partido político – con su estructura, sus diputados, sus alcaldes – sino una candidatura independiente a las presidenciales. También reconoce que el lanzamiento de la iniciativa ya tuvo algunos logros, pues la atención mediática se está concentrando en las luchas y demandas de los pueblos indígenas, que normalmente son invisibilizadas.
Sin embargo, la decisión del CNI de participar en las elecciones causó muchas controversias adentro de OIDHO, y Felipa la apoya sólo en parte. Su temor es que, a pesar de que la intención es hacer explotar el sistema desde adentro, finalmente se acabe legitimando la posibilidad de que exista un vía institucional a la solución de las demandas de “los de abajo”.
«Nos estamos metiendo en un juego que está inventado por otros, la clase política es la que hizo estas estructuras y es la que las maneja. Como OIDHO no creemos en esta forma de lucha, para nosotros es un sistema demasiado viciado».
Felipa afirma que su organización apoya al esfuerzo de articulación de las resistencias del país y que seguirá participando en las asambleas del CNI. También recibirá al CIG y a Marichuy durante su gira, para que conozcan la lucha de sus comunidades, pero casi no participará en la parte electoral de la iniciativa.
«Nosotros no tenemos ninguna confianza en lo electoral. Pero tenemos una problemática común con el CNI, que es el ser pueblos indios; tenemos que organizarnos y acercarnos de alguna manera, y esta es la parte que nos interesa de esta iniciativa. Estamos dispuestos, por acuerdo de nuestras comunidades, a firmar por el registro de la candidata ante el Instituto Nacional Electoral (INE), pero no nos vamos a involucrar en la campaña».
“Lento, pero avanzo”, dice un mural en territorio zapatista, donde aparece un caracol con un pasamontaña. Así también se mueve la caravana del Concejo Indígena de Gobierno en su viaje por la geografía de Chiapas. A lo largo de las carreteras más aisladas, carteles con globos y con la foto de Marichuy invitan a participar en el acto público. Otros dan la bienvenida a los forasteros: “Está usted en territorio zapatista. Aquí el pueblo manda y el gobierno obedece”.
La caravana sube despacio por las montañas empinadas de la región de los Altos, atravesando sus bosques de pinos y penetrando la neblina espesa que cubre el Caracol de Oventic, como fuera una manta.
“Cada vez que asesinan, que desaparecen, que encarcelan injustamente a un hijo, a una hija, somos no- sotras las mujeres las que sentimos el más profundo dolor”, ha afirmado Marichuy durante su intervención en Oventic, donde ha sido acompañada por organizaciones de madres de desaparecidos, en estas tierras zapatistas donde a los jóvenes no los desaparecen.
“Justamente porque somos las que sentimos el más profundo dolor, porque vivimos la mayor de las opre- siones, también nosotras las mujeres somos capaces de sentir la más profunda de las rabias. Y entonces debemos ser capaces de transformar esas rabias en organización con el fin de pasar a la ofensiva para desmontar el poder de arriba, construyendo con determinación y sin miedo el poder de abajo”, afirmó.
En el Caracol de La Garrucha, tras cruzar la selva Lacandona, la caravana fue recibida por centenares de milicianos zapatistas que vestían pantalones verdes y camisas cafés. Llevaban unas gorras y unos paliacates (los pañuelos típicos de los zapatistas) amarrados al cuello. Desde sus cinturones colgaban linternas y machetes, algunos llevaban pasamontañas de lana y otros de tela, para aguantar mejor el calor húmedo de la Lacandona. Quedaron parados y firmes debajo la lluvia durante horas, aferrando sus toletes.
La lluvia acabó casi al mismo tiempo que el evento. Aparecieron unos mariachis encapuchados que tocaban “Cielito lindo”, para acompañar la salida del escenario de Marichuy y de los concejales del CIG, mientras que la gente formaba una cola para firmar en apoyo a la candidatura de la mujer nahua en las presidenciales.
Quienes formaron la fila no eran encapuchados, de hecho los zapatistas no pueden firmar pues no tienen documentos. Tal vez eran personas de las comunidades no zapatistas de esta zona selvática que rodea la ciudad de Ocosingo, quizás pertenecientes a una de las 232 comunidades de Chiapas que entraron en el CNI en los primeros seis meses del año, tras la propuesta de constitución del CIG.
«Primero las compañeras con niños en brazos», dijo un voluntario que intentaba organizar la cola en frente a la Casa de la Junta de Buen Gobierno del Caracol de La Garrucha, la sede del gobierno zapatista de esta zona.
Adentro, los voluntarios sacaban fotos a las credenciales con un celular, para empezar el proceso de registro de las firmas. “El INE nos impuso esta dificultad del uso de celulares para recolectar la firmas de apoyo, pero juntos podemos superarla”, decía un cartel colgado en la entrada. La necesitad de comprar celulares de ultima generación y de enviar las firmas por Internet son sólo algunas de las trampas que, según ha denunciado Marichuy, han sido puestas por el INE en su camino a las elecciones.
La portavoz del CIG ya es una estrella en Chiapas, pero no parece aprovechar de su popularidad. Habla con tono calmado, sus intervenciones son breves y siempre pasa el micrófono a sus compañeras. Pero la gente se exalta al verla: aplaude, aclama, grita su nombre:
– ¡¡¡Marichuuuuuy!!!
A la mujer nahua, la banda zapatista “Los Originales de San Andrés” hasta le dedicó una canción:
Marichuy color de la tierra, anticapitalista del corazón.
Marichuy color de la tierra, anticapitalista del corazón.
Vos trabajaste en la voz del pueblo por las defensas en la memoria.
Vos trabajaste en la voz del pueblo por las defensas en la memoria.
La “Cumbia de Marichuy” acompañó todo el recorrido de la caravana. La tocaba la orquesta en la comunidad de Guadalupe Tepeyac, cerca del Caracol de La Realidad, cuando la mujer acudió para llamar a un nuevo lanzamiento indígena, pero esta vez sin armas.
Llegó en camión, también en este caso ataviado como un carro alegórico, y acompañada por unas mujeres zapatistas. Marichuy sonrió cuando un rayo de sol le alumbró el rostro. Atrás de su camión, el Comandante Tacho cabalgaba rumbo a Guadalupe Tepeyac, dando instrucciones por un radio, rodeado por dos filas interminables de milicianos y milicianas zapatistas, también a caballo.
En el fondo, retumbaba el nuevo Escuadrón Motorizado Zapatista: un pelotón de zapatistas con un casco encima del pasamontaña, en moto negras con estrellas rojas que llevaban la banderita del CNI. Una demostración de fuerza del EZLN, que a más de veinte años de su levantamiento armado enseña al mundo que su proyecto de autonomía sigue de pie.
«¿Cómo te sientes estando aquí, en territorio zapatista, participando en esta caravana?», preguntamos a Greyci Morales Zurita, jóven delegada procedente del Estado de Campeche. «Vine para comprobar que esto es real, que existe; la rebeldía, la resistencia y la autonomía son posibles. Cuando te das cuenta de que el sistema político no te representa de ninguna manera, empiezas a buscar alternativas, y la opción viable en este momento es la autonomía».